Es el cinco de Mayo y hay misa de difuntos, la campanas de la catedral de Münich claman solemnes y tristes y bajo ellas centenares de hombres entran en el templo para escuchar el oficio por el emperador y los camaradas caídos en la guerra. Están allí como todas las primaveras, cargados años, de amargura, de recuerdos. Hace tiempo fueron soldados del ejercito más soberbio que ha conocido Europa. Cinco de Mayo, como golpea esa cifra en la cabeza de cada unos ellos, cada tañido de la campanas dice “cinco de Mayo”, la fecha en que entregó su alma Napoleón en la isla maldita de Santa Elena.
Fueron millares los soldados alemanes que combatieron bajo las águilas del imperio, la Confederación del Rhin reunió a media Germanía bajo la égida del emperador. Pero la derrota de Francia y con ella el restablecimiento del viejo orden monárquico y conservador entregó en manos de Prusia los destinos de Alemania en detrimento de la católica Baviera. He aquí los dos almas de Alemania protestante y católica, absolutista, militarista y aristocrática aquella, europea, pacifica y demócrata esta. Mientras desde el Rhin latía un corazón moderno y europeo en la llanura prusiana la aristocracia miraba anhelante a una Rusia feudal pero poderosa.
Prusia y Rusia, en español suenan muy parecido. Y es que el nacimiento y ascenso de ambas potencia está íntimamente relacionado. Prusia se convierte en un reino independiente aprovechándose de los despojos que va dejando en sus vecinos el expansionismo de los rusos desde los días de Pedro I, en los albores del siglo XVIII. A cambio de mantenerse al margen, cada victoria de Rusia, cada dentellada de los zares sobre Suecia o Polonia, sobre Lituanos o los Fineses, Prusia se hace más fuerte. Para los zares resultaba una bendición incalculable aquella nación poderosa, aunque no tanto como Rusia, beligerante siempre contra la odiada Europa. Hasta la primera guerra mundial todos los conflictos bélicos de Prusia fueron contra Europa y casi siempre contando con Rusia como aliada o con al menos la garantía de que no sería agredida por la espalda mientras sus ejércitos peleaban en occidente. Sí, ciertamente Rusia y Prusia suenan muy parecido.
Bismarck pudo elegir la unidad de Alemania junto con Austria y con Europa a favor y Rusia en contra pero decidió que Austria quedaría fuera de la unidad alemana y que el Reich nacería con el beneplácito del Zar y muy a pesar de Franceses e Ingleses. Primero fue la guerra contra Austría de 1886 que destruyó la Confederación Germánica y expulso a Austria del proyecto alemán. Después vino en 1870 la guerra contra Francia, cuyas consecuencias fueron la semilla de la gran guerra.
El último capítulo de la historia de Prusia, ignominioso, fue transformarse en una nación lacaya de Rusia, con el nombre mas falso que largo de República Democrática Alemana. Así se entiende el comportamiento de Frau Merkel ante la crisis y posterior guerra de Ucrania. Entenderse con Rusia, evitar por todos los medios el enfrentamiento con el zar de turno, ahora Putin, dejar que trituren a otras naciones del este y si es posible beneficiarse de los pueblos victimas del gran imperio ruso. No, no es Frau Markel y Alemania la que ha provocado el levantamiento del pueblo ucraniano. Los ucraniano se han alzado contra la tiranía que les tenia sometidos a Rusia y eso muy a pesar de Merkel y su política prorusa, reedición de la vieja la tradición prusiana.
Como los jünker que facilitaron en 1917 a Lenin y a los bolcheviques su triunfo porque así pensaban que aplacarían a Rusia, hoy vemos como Merkel y su secuaz francés toleran que Putin dibuje las fronteras de Europa en la carne del pueblo ucraniano. La naciones envejecen, pasan de la prosperidad a la penuria, caen y se levantan, pero a veces se asemejan a los bueyes, avanzando siempre por el mismo surco de la historia, sobre el pasan una y otra vez, siglo tras siglo.
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