Alguien hizo allí un salón de estilo inglés. Había muebles eduardianos, una biblioteca colonial de teca con cristales emplomados, sillones y un gran Chesterfield de un hermoso color ambarino, del techo colgaba una gran lámpara de latón esmerilado con forma de loto. Cuadros con escenas de una campiña suave, con robles y manzanos, con caballos de pura sangre y también damas esbeltas y gentlemans que divagaban al borde del flirt una tarde de verano. Sería del gusto de la reina o para honrar su sangre británica o simplemente porque estaba bien tener en el Parador un gabinete inglés, clásico y moderno, distinguido.
Tomábamos whisky on the rocks y José Antonio nos había ofrecido sus cigarrillos turcos. Le escuchábamos Sánchez Mazas y Raimundo, el capitán Lastra que hacia de enlace con el ejercito, Noblejas que era el jefe de milicias y yo. Guardábamos silencio con un nudo en la garganta, reteniendo la respiración.
– En Portugal estarán los diez mil fusiles del arsenal de la armada, pero antes habrá que trasladarlos desde el Ferrol y eso es cosa nuestra.Se necesitaran unas veinte camionetas, cinco me ha ofrecido Aizpurua, las otras las tienes que conseguir tu Raimundo. El gobierno portugués nos proporcionará un millón de cartuchos y quinientas pistolas, son revólveres ingleses de la guerra, pero servirán.
– Pepe tu te encargaras de que nuestra gente cruce la frontera y llegue a tiempo, en esto no puede haber retrasos, no vale acudir al día siguiente. Será en Agosto, España entera está de vacaciones y nuestro objetivo es tomar Salamanca, no habrá ni doscientos soldados de guarnición y en cuanto a la guardia civil, no será un problema, todo lo contrario.
Por el ventanal del salón nos miraba Gredos, con su inmensidad de roca y nieve. Nos miraba Castilla toda esa tarde de semana santa de aire frío y de cielo cárdeno. Había una luz azul y plata que estaba fuera y también dentro de la habitación. Aquella luz de Gredos. Nada fue tal como habíamos planeado, mas todo se hizo, se obró un milagro al que entregamos nuestra vida, lo mismo los caídos que los supervivientes. Pero éramos jóvenes y esto no lo sabíamos aún. Noblejas murió entre los muros del Cuartel de la Montaña y Lastra en la ofensiva que reconquistó Teruel.
He regresado en varias ocasiones al Parador de Gredos buscando encontrar de nuevo aquella luz azul y plata que nunca he vuelto contemplar. Aquella luz de Gredos pertenecía a otro tiempo y a otro mundo, el de los milagros y los héroes.
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