Está de moda discutir sobre si está cambiando del clima. Con una muy mala redacción lo llaman “cambio climático”, es una expresión de ese estilo pedante y más bien ridículo que les encanta a los políticos. Se discute también sobre el “efecto invernadero”, sobre las emisiones de CO2 y de otros gases que vierten a la atmosfera las centrales de producción de energía, las industrias contaminantes, los automóviles o los aviones. Desde mediados de los años 90 se han sucedido un tras otras reuniones sobre el clima impulsadas por la ONU, la primera fue en 1995 en Berlín, la última en la navidades del año pasado en Copenhague, la próxima será este año en México.
Hace cuarenta años todo esto sólo podría suceder en el guión de una película de ciencia ficción y ningún científico hubiera dedicado una tarde a estudiar este asunto. La preocupación sobre un cambio brusco en el clima en todo el planeta y la idea de que este fenómeno no era natural sino una consecuencia de la acción humana surgió durante los años ochenta, apenas hace dos décadas. Sin embargo el estudio del clima es una ciencia mucho mas antiguo, aunque si nos atenemos al desarrollo de una disciplina científica moderna no tanto, tanto es así que hasta los años sesenta los científicos de la OMM (Organización Meteorológica Mundial, en ingles World Weather Information Service) eligieron como “periodo normalizado” los treinta años que van de 1931 a 1960 y se pusieron de acuerdo en fijar precisamente en treinta años el periodo mínimo de tiempo susceptible de ser sometido a un estudio de la evolución del clima. El siguiente periodo empezaba en 1961 y terminaba en 1990. Por eso durante los años ochenta los meteorólogos empezaron a publicar algunos resultados sobre la mediciones de este segundo periodo y con ello se confirmaba indiscutiblemente un aumento en los últimos sesenta años de 0.6 grados Celsius en la temperatura global del planeta.
Pero los meteorólogos habían hecho algo más que medir temperaturas también se habían preocupado de investigar la composición de la atmosfera y la evolución de los llamados gases de “efecto invernadero”. Estos gases especialmente el CO2 y el vapor de agua son los causantes de que la atmosfera cumpla la función del tejado de un invernadero para todo el planeta, dejan pasar el calor del sol pero evitan que ese mismo calor se escape hacia el espacio. Sin su presencia en el aire la temperatura media del planeta estaría entorno a los -20 grados Celsius y la tierra seria toda ella un inmenso glaciar. Las mediciones detectaban un aumento también de la concentración de CO2; este incremento era sorprendentemente alto y se mantenía de forma continua año tras año. La explicación parece bastante obvia: las emisiones provenientes de la combustión de minerales fósiles principalmente carbón y petróleo, consecuencia de la proliferación por todo el planeta de centrales energéticas basadas precisamente en la combustión de estos minerales para producir electricidad. Tampoco se puede desdeñar el efecto producido por los vehículos de motor pues hay que pensar que actualmente hay alrededor 1200 millones de automóviles actualmente en todo el planeta y su número no deja de aumentar año tras año.
El C02 no es un gas tóxico aunque está presenta en el humo negro que sale por el escape de un coche o en la nube enorme que se desprende de la chimenea de un central eléctrica. El CO2 es el gas que hace posible las burbujas de la gaseosa o del champagne y al igual que se encuentra disuelto en cualquier refresco también está en el mar, los océanos actúan como grandes depósitos de anhídrido carbónico y son decisivos en general para determinar el tipo de clima en las distintas regiones del mundo. La ciencia está muy lejos todavía de comprender porque el clima es como es y como puede evolucionar pero la realidad es indiscutible, la combustión de ingentes cantidades de petróleo y carbón en un volumen continuado y creciente desde principios del siglo pasado ha provocado el aumento en un 125% de la presencia de CO2 en la atmosfera. Según el conocimiento que actualmente poseen los científicos del clima si la proporción de anhídrido carbónico alcanza el valor de 450 PPM (significa “partes por millón” es la unidad para medir la proporción de CO2 en la atmosfera), el clima del planeta se verá afectado y habrá cambios importantes en todas la regiones del planeta y los primeros síntomas de lo que está sucediendo es el aumento de la temperatura media planetaria en tan solo 30 años en 0,6 grados. El año pasado se ha alcanzado los 350 PPM, a principios de siglo veinte este valor estaba aproximadamente en 290 PPM y de continuar su crecimiento se llegará a ese valor crítico de 450 PPM en el año 2045.
Quienes ponen en duda la gravedad de este gigantesco experimento sobre el planeta, quienes creen que esto es sólo el discurso catastrofista de los ecologistas o a la demagogia interesada de los políticos de izquierdas como Obama o Zapatero se equivocan. Ciertamente que el sector liberal de la derecha se ha empañado en desacreditar y mofarse de cualquier advertencia y hasta de los datos sobre el problema del CO2. Pero la realidad no es discutible y precisamente lo que está sucediendo es fruto de la política de dominio mundial, de la llamada era de la globalización, en la que se han destruido culturas, naciones y pueblos y también el tejido mismo de la tierra, de la atmósfera y los mares. El poder mundial que arrojó las bombas atómicas sobre de Hiroshima y Nagasaki es el que desde la segunda mitad del de siglo veinte ha puesto en marcha un sistema económico que ha desencadenado una agresión contra la naturaleza tal que puede desatar un cambio del clima que por su rapidez e intensidad sería una catástrofe mundial irreversible.
Eso de que los catastrofistas se equivocan habria que verlo y DEMOSTRARLO. De momento los ‘futurologos y adivinos de toda laya no han hecho sino gastar dinero y pedir ‘refuerzos del esfuerzo’ (zapaterez) contra el cambio climatico, 30.000.000.000 de dolares (cazi nada) para evitar el cambio climatico.
En su analisis, muy poco cientifico como todos los analkisisi de los ‘calentologos’, falta un ‘pequenho detalle’:
El CO2 es un alimento para las plantas. Sin el no seria posible la funcion clorofilica y el mundo seria un erial. Su aumento no es debido a la accion del hombre mas que en un pequenho porcentaje y cualquier erupcion de un volcan libera a la atmosfera cantidades superiores a todo el CO2 producido por el ser humano durante toda su historia.
Mucho parasito hay que viven del ‘agujero de ozono’, la gripe aviar, la del cerdo, etc.