Si alguien estaba preocupado por el estado anímico de Ana Botella tras el ridículo que ha hecho en la reunión del Comité Olímpico que despejé toda inquietud. Peinadito nuevo, zapatitos y vestidito a estrenar: genuflexa ante el Borbón que la recibió ayer en regia audiencia para felicitarla igual que hizo su antepasado Carlos III que agasajó a Godoy con una fiesta en Palacio tras recibir la noticia de la destrucción de la flota en Trafalgar. Claro que Godoy comparado con esta tonta del bote era poco menos que Pericles y Licurgo reunidos en una misma persona.
Estamos donde estábamos y siempre con un Borbón coronado, en lo grotesco, en lo defectuoso, en lo cutre, en esta zarabando organizada en el patio de Monipodio que es hoy toda España. A esto lo han llamado democracia. De todo esto y que todo esto es parte intrínseca de la derecha nos lo advertía hace ya mucho José Antonio, tenía razón y nada ha cambiado.
Teodosio el grande que fue el último gran emperador romano, hispánico de estirpe y de ideas, hizo algunas cosas dignas de recordarse: prohibió las Olimpiadas, declaró que para el Estado no había más religión verdadera que el cristianismo del concilio de Nicea, o sea la fe católica. Dictó también un decreto imperial de represión del judaísmo, prohibiendo el proselitismo, la construcción de nuevas sinagogas, la adquisición de esclavos y fiscalizó sus actividades comerciales. Aunque los motivos de Teodosio para prohibir las Olimpiadas tienen que ver con la erradicación del paganismo, que tenía en esta celebración deportiva una de sus principales y más importantes ceremonias siempre me ha llamado la atención su decisión y esa coincidencia mas allá de la historia y de los siglos con Hitler, pues se sabe que a pesar de que el deporte era algo querido y muy importante para el nacionalsocialismo, su líder contemplaba al deporte como una concesión a una sociedad que todavía no había evolucionado los suficiente.
En fin, elucubraciones. Por lo visto entre los planes olímpicos desbaratados estaba ponerle un tejado a la plaza de toros las Ventas para que sirviera de recinto para el tenis. Algo tan absurdo lo consideraban Ana Botella y su séquito de amigas que mandan en el ayuntamiento de Madrid como una brillante idea.
Estoy en todo lo aquí tratado y en casi todo lo demás también de acuerdo con Tedosio, con Hitler y con José Antonio. Queda claro que soy un fascista, que no tengo remedio y tampoco el menor interés por cambiar.
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