Gibraltar es la roca de la vergüenza española y significa hoy como hace doscientos años la postración sin remedio de España. Allí donde el Atlántico se precipita sobre el Mediterráneo para separar Europa de África está la geografía de nuestra decadencia, ente el cabo Trafalgar y el Peñón.
Las gran batalla naval de Trafalgar supuso el fin del Imperio Español y el comienzo del Imperio Inglés pero fueron los acontecimientos que se desarrollaron casi cien años antes y en los que el nombre de Gibraltar adquiere relevancia en la historia de Europa los que establecieron una política y una geoestrategia más que ajena , enemiga de los intereses españoles.
Mientras la casa de Austria engendró reyes para Castilla, el Imperio Español se mantuvo firme y durante doscientos años salvo la desafección de Portugal, la integridad del territorio se conservó ya fuera por las armas las más veces o por la política las menos, aunque no era menos cierto que desde Rocroi nuestros tercios eran mas conocedores de derrotas que de triunfos y que muy atrás quedaban los días en que nuestras escuadras eran temibles.
El ultimo de Rey de los Habsburgo, Carlos aunque fuera bautizado con el nombre de su antepasado el emperador hispano-alemán, debería de haber sido incapacitado para reinar, enfermo crónico, un niño de cuatro años sin salud, al que el raquitismo y las fiebres devoraban física e intelectualmente se convirtió en el jefe de un estado que era el mayor que había conocido la humanidad, el primer imperio con una extensión mundial.
Carlos II no podía tener hijos y toda Europa esperaba el día de su fallecimiento para lanzarse sobre España y repartírsela. Cuando este murió sin descendencia y con tan solo 38 años llegó la hora de hacerse con los reinos europeos, los virreinatos de América , los territorios y las plazas en Asia y en África, pero también desgajar el mismo solar ibérico, Castilla y Nápoles para el imperio Austriaco, Cataluña para Francia, Cantabria y Vizcaya para el inglés y Andalucia para Holanda. Vino a ser la salvación en aquellas circunstancias la soberbia francesa, aquel desmesurado rey sol, quiso para Francia todo y logró con ello enfrentarse a toda Europa, una coalición en que participaban Austria, Inglaterra, Holanda y los estados alemanes salvo Baviera que se unió a los franceses. Durante trece largos años, 1700-1713, el continente se vio asolado por una guerra en la que Francia iba de derrota en derrota, tanto en el mar como en tierra. Ambos bandos eligieron un candidato al trono de España, el nieto del rey sol Felipe de Borbón frente al archiduque Carlos de Habsburgo, pero los dos servian de igual manera como excusa para repartirse el Imperio Español que era el autentico objetivo de los contendientes.
Los grandes de España, la nobleza y la clase alta pero también la Iglesia una vez más en nuestra historia, como luego sucedería en 1808 y en 1814, fueron incapaces de reaccionar y actuar de acuerdo con los mas elementales intereses de la nación. Bajo ningún concepto debieron aceptar ni al candidato francés ni al austriaco a sabiendas de que ambos eran extranjeros sin legitimidad y que la elección de cualquiera era perjudicial para España. A la muerte del ultimo Habsburgo sin descendencia solo quedaba elegir un rey español para impedir que las potencias extranjeras como jauría se lanzaran sobre la presa española. Por el contrario los nobles se alistaron a uno u otro bando servidumbre ambos de naciones extranjeras y enemigas, con ello hicieron además de aquella guerra europea una guerra civil dentro de España.
La cosecha de derrotas francesas la compensaban en España la victorias del bando borbónico, quizás porque en la península todavía operaban los restos de los viejos tercios a los que ni austriacos ni ingleses lograban doblegar. Hartos todos de guerra durante dos años (1713-1715) negociaron en Utretch. Los franceses vencidos sin remisión compraron una paz ventajosa a costa de España, que entregó los territorios europeos preferentemente a holandeses y austriacos, incluido el reino de Nápoles y Sicilia, mientras los ingleses se quedaron con Gibraltar y Menorca, aunque esta última fue reconquistada por las armas españolas en 1782. Todo ello fue el pago para evitar la humillante derrota francesa y poder entregar la corona de España a la maldita dinastía de los borbones, uniendo así nuestro destino a los intereses franceses.
Todo lo que comenzó entonces concluiría tras la rota de Trafalgar en 1805, con el desastre naval llegó el fin del Imperio Español, o mas bien de su porción americana pues la parte europea ya la habían liquidado los borbones con el tratado Utretch (1715), después llegaría la devastación del país durante los seis años de la guerra contra Napoleón. Hoy sigue ondeando la Union Jack en Gibraltar y los Borbones siguen mandando en España y como siempre, como en 1700 (guerra de Sucesión), como en 1805 (Trafalgar), como en 1808 (Invasión francesa), como en 1814( coronación de Fernando VII), como en 1833 y 1872 (Guerras Carlistas), como 1898 (desastre de Cuba y Filipinas), como en 1931 (Abdicación de Alfonso XIII y proclamación de la República marxista y masónica) no hay nada que hagan los borbones que no conlleve la ruina de España. Si debe de avergonzarnos que Gibraltar sea inglés es infinitamente más grave tener de nuevo a los borbones de reyes.
Ha sido este Juan Carlos Borbón el que impulsó el actual sistema político que ha sido la tumba de España, el que aceptó las autonomías, el jefe del estado que ha hecho de la convivencia con el separatismo un eje intocable de la política y ha sido y sigue siendo el pilar del inmenso sistema de corrupción en el que esta instalada toda la clase dirigente y todos los partidos políticos. Ante esto la existencia de la colonia de Gibraltar es para España casi una menudencia y en todo caso una consecuencia más de tener aquí mandando a los borbones.
El cáncer son los borbones,efectivamente.Enhorabuena por el artículo.
Además el futuro matrimonio real (si llegan) será ejemplar: ejemplo de una sociedad degenerada tanto como la propia estirpe francesa.