La economía española no levanta cabeza, no sería acertado decir que va de mal en peor, pero sigue igual de mal, muy mal. Es eso lo que le viene a decir la Comisión Europea al Gobierno Español en el informe que estos días han difundido los medios de comunicación. Rajoy ha hecho como ese mal estudiante al que el profesor le advierte que si sigue así va a suspender. Entonces el alumno hace que pone atención en clase, hace que se esfuerza en estudiar y hace que le interesa la asignatura. El profesor observa este cambio del alumno con cierta esperanza, le dura poco en seguida comprende que el alumno, ni estudia, ni tiene interés ni comprende nada de la materia y lo que es peor ahora el profesor sabe que no sólo es un mal alumno sino que no va cambiar y pretendía engañarle.
En España está extendida la idea de que está crísis es esencialmente culpa de las imposiciones económicas de Alemania, que están ahogando nuestra economía y la de los países del Sur. También en nuestro sector esta opinión ha calado. Pero es completamente falsa.
Alemania no es culpable de que tengamos diecisiete autonomías, de que no se haya reformado un sistema de pensiones que es insostenible desde los años noventa, de nuestra sanidad pública gigantesca, de los millones de funcionarios perfectamente prescindibles, del saqueo de las cajas de Ahorro por los políticos, de la absurda burbuja inmobiliaria y de haber dejado meterse en España a ocho millones de inmigrantes y del empobrecimiento de los ciudadanos y a las empresas por unos impuestos desmesurados. No tienen la culpa ni Alemania, ni Europa ni Frau Merkel. Más aun si no fuera por el Euro y el interés obvio que Europa tiene en que España no se vaya al traste, nuestra situación sería en estos momentos aproximadamente la de Argentina, corralito incluido.
El problema es nuestro, nuestra perdición la hemos labrado nosotros solos, con este sistema político que es una ruina y una estafa, que se envuelve de mentiras que un pueblo bastante simple, muy inculto y sin ninguna dignidad ha comprado en envoltorios de palabrería, que antes de la crisis se llamaba “socialdemocracia” y “estado del bienestar” y ahora “salida social de la crisis”.
Donoso Cortés explicaba hace siglo y medio a una Europa también en crisis que las cuestiones económicas no son lo verdaderamente importante. Aquel español pesimista y de salud quebrantada que tenía por amigos al Káiser Fedérico Guillermo y también a Napoleón III , añadía que además también a diferencia de lo que creen los políticos las reformas económicas son muy difíciles de realizar con éxito y a menudo imposibles precisamente en tiempos de crisis. Hitler un siglo después era de la misma opinión y en esta valoración de lo económico reconocía la intelectual judía Hannah Arendt un aspecto indiscutible de la talla política del caudillo del Nacionalsocialismo. Hitler cuando llegó al poder no se propuso cambios económicos revolucionarios, se acogió al viejo sistema del capitalismo Guillermista con el que había funcionado Alemania. Nunca lo entendió el ala izquierda del partido. Pero el sabía que lo esencial era cambiar el sistema político, una vez realizado este, la maquinaria de la economía quedaría subordinada al nuevo Estado, entonces y sólo entonces sería el momento de abordar los cambios sociales y económicos. Es eso justamente lo que hizo Hitler.
La crísis reside en el caso de España en el sistema político de 1978, para entenderlo basta contemplar las actuaciones del hombre del sistema que es ahora Rajoy, todas ellas van encaminadas más a preservar la existencia este sistema político que a lograr una mejora de la situación económica real, de aquí que al final casi todo se ha reducido a subir todavía más los impuestos y evitar que aumente el gasto de las administraciones públicas.
Si aquel trujamán que fue Serrano Suñer dijo que “Rusia es culpable” y ciertamente tenía entonces razón, hoy por más que resulte cómodo subirse al balcón del populismo oficial de la izquierda no es cierto que de esta crísis “Alemania es culpable”.
Ciertamente nos salva nuestra posición geoestratégica. Desde hace casi un siglo es nuestro único capital. Pero con el desplazamiento del centro del mundo hacia el Pacífico, pronto no se verá inconveniente una nación tercermundista en el sur de Europa. Y será el momento de la verdad.